sábado, 30 de agosto de 2014

Día 12 y 13. Varanasi (9 y 10 de Agosto 2012)


A Varanasi, la Ciudad de la Luz, llegamos un 9 de agosto por la tarde.  Varanasi se encuentra entre las ciudades más antiguas del mundo. Según el hinduismo, fue fundada por Shiva hace unos 5.000 años. Según los arqueólogos, sus orígenes se remontan 3.000 años atrás.


Mercado Varanasi
Para los hinduistas Varanasi es una ciudad sagrada en la cual aspiran a morir. Si sus cenizas son arrojadas al Ganges termina para ellos el ciclo de reencarnaciones y su alma alcanza directamente la vida eterna, el Nirvana. Por ello Varanasi es la ciudad de la luz, y también de la muerte.

Al llegar nos estaba esperando el conductor que nos llevaría a la ciudad, que está a una hora aproximadamente en coche. Lo bueno es que los trayectos por carretera en este país son siempre entretenidos, es como estar dentro de un videojuego: esquivando vacas, camellos -a veces niños- y tocando la bocina sin parar. Una locura.


Lo primero que hicimos al llegar fue ir a nuestro hotel, el Palace on Ganges, ubicado en la parte de sur de la línea de ghats. Es un hotel modesto y con un servicio que deja bastante que desear, pero lo bueno que tiene es que sales y a 50 metros te encuentras con el Ganges. En todo caso es importante manejar bien las expectativas en lo que respecta al alojamiento en esta ciudad y tener en cuenta que en la zona de los ghats los hoteles son, en general, bastante flojos. Si la prioridad tampoco es el confort y preferimos estar en la parte antigua, entonces el Palace on Ganges puede ser una opción decente para pasar una noche o dos, siempre que uno se ponga exigente con el personal del hotel. En nuestro caso, además, la noche se iba a limitar a unas cuatro horas de sueño para poder disfrutar de unos de los platos fuertes: el paseo en barca por el Ganges al amanecer.



Cuando llegamos al hotel resultó que en ninguna de nuestras habitaciones funcionaba el aire acondicionado aunque curiosamente en ninguna de ellas pudimos encontrar el mando a distancia para activarlo…Tras la correspondiente queja en recepción, nos dijeron que el problema se solucionaría en menos de una hora, así que decidimos ir a comer algo cerca mientras hacíamos tiempo.

Siguiendo las recomendaciones de Trip Advisor y de Nahru (que, si habéis leído entradas anteriores del blog, sabréis que es uno de los responsables de la agencia de viajes que contratamos) fuimos a la pizzería Vaatika Café que se encuentra muy próxima al hotel. La higiene del lugar es prácticamente inexistente, pero las pizzas están buenas, con masa finita y crujiente; desde luego no se podía pedir más por lo que nos costaron. Por suerte cuando volvimos al hotel el aire acondicionado ya “funcionaba” en dos de las tres habitaciones –y la tercera, en la que no funcionaba, nos la cambiarían más tarde por otra habitación-. Una cosa menos de la que preocuparse. Ya estábamos listos para visitar Varanasi. ¡No teníamos más que 24 horas!



Tocaba acercarse a ver las ceremonias religiosas que cada atardecer, a eso de las 19:00, tienen lugar en algunos de los más de cien ghats que hay en Benarés. A las puertas del hotel vimos a varios chicos que nos ofrecían llevarnos en su tuc-tuc por la ciudad, pero decidimos “negociar” con el que parecía más vivo, y que sería nuestro guía el resto del tiempo que pasamos en Varanasi. Vikash, que así se llamaba nuestro amigo, y su colega “Paco” –nunca llegamos a saber su nombre real- fueron una pieza clave para que el breve tiempo que pasamos en la ciudad nos cundiese al máximo. Nunca supimos si pertenecían a alguna banda local, pero lo cierto es que conocían a todo el mundo, se movían bien por la zona y eran bien listos. Si visitáis Varanasi os recomendamos que contactéis con ellos (nos dieron sus números).

Esa tarde Vikash nos llevó a ver los rituales al Dasashwameda Ghat, uno de los más célebres y gloriosos ghats de Varanasi donde, según se dice, Brahma el creador llevó a cabo el sacrificio de los diez caballos. La ceremonia, conocida como Ganga Aarti, la pudimos ver desde un lugar privilegiado en la azotea de una casa cercana, lo cual fue de agradecer porque abajo estaba lleno de gente y no hubiera sido posible hacerse un hueco a la hora que llegamos. La ceremonia, que dura aproximadamente una hora y que dirigen unos seis sacerdotes, es muy bonita de ver aunque después de los primeros 15 minutos se puede decir que lo has visto todo –al menos para los legos en la religión hinduista como nosotros-.



La siguiente parada fue uno de los ghats de cremación. Fuimos a uno de los pequeños, donde, una vez más, el amigo Vikash nos llevó a un lugar alto desde donde pudimos observar bien cómo incineraban a los cadáveres. Por el camino ya habíamos ido haciéndonos a la idea de lo que nos esperaba allí al ver como varios hombres llevaban a su familiar muerto en parihuelas, cubierto de una buena capa de telas de colores intensos y al ritmo de cantos fúnebres. Una vez llegamos al ghat, podéis imaginar lo que vimos -y olimos-. Ser incinerado en la orillas del Ganges no es algo al alcance de cualquiera, puesto que son necesarios unos 200 o 300 kg de madera para incinerar un cuerpo, y su precio resulta altísimo para el indio medio. Los menos pudientes tienen que conformarse con que sus cuerpos sean arrojados sin más. Tampoco puede hacerlo cualquier persona, ya que les está vetado a leprosos, embarazadas, niños ni los muertos por mordedura de cobra. A ellos se les arroja al río atados a una piedra.

Aunque sin mucho estómago, tocaba cenar. Fuimos a Bread of Life, pero al llegar no nos convenció mucho, así que finalmente acabamos en I:ba, que está al lado. La comida sin más, aunque ofrece bastante variedad (china y japonesa) y el local es limpio y agradable. La pega, como en muchos otros restaurantes de Varanasi, es que no sirven cerveza.

Nuestros guías nos llevaron al hotel en sus tuc-tucs, y llegó el momento de organizar cómo haríamos el obligado paseo en barca por el Ganges al amanecer. Tras tantear con el chico de recepción del hotel, nos dimos cuenta de que la oferta que nos proponía Vikash era la más atractiva (1 hora de paseo en barca grande –el río estaba agitado- por unas 2.000 rupias), así que acordamos que el barquero nos recogería en el hotel a las 5:30…

El recorrido fue de lo más bonito que hemos visto a lo largo del viaje. Ver como se despierta la ciudad y los peregrinos se bañan, lavan y rezan en las escalinatas de los ghats es algo único. Todo tiene una intensidad fuera de lo común: los colores, los sonidos, los olores. Podemos dar por bueno eso que dicen de que Varanasi es pura India. Para lo bueno y para lo malo. Por eso, creo que Varanasi o la detestas o te encanta como el resto de la India.



Tras el paseo volvimos a dormir un poquito más al hotel y después visitamos el campus de la reconocida Universidad de Benarés, que tiene edificios y jardines muy bonitos y el templo de Vishwanath, dedicado a Shiva.



Si habíamos estado en Karni Mata (el templo de las ratas) no podíamos dejar de ver el templo de los monos, dedicado a Hanuman, que aunque está algo más alejado de la ciudad, es curioso y creo que merece la pena. En general los monos pasan de las personas, aunque de vez en cuando se enzarzan entre ellos y sus grititos puede generar un poquito de respeto… Por suerte salimos ilesos también de esta.


A continuación Vikash nos llevó a la fábrica de seda en la que trabaja, donde pudimos ver los telares artesanales. Después disfrutamos de una prolongada y divertida sesión de compras. Es una gozada comprar sentado, con una coca cola fresquita y con vendedores que hacen bien su trabajo. Resultado: varios miles de rupias gastados y un buen puñado de pashminas de seda para España.


Por último visitamos el Templo de Oro, que tiene una torre de oro macizo. Sin embargo, y pese a tener que soportar unos controles de seguridad bastante exhaustivos, no pudimos visitarlo de cerca y tuvimos que conformarnos con una foto de lejos tomada desde un bordillo. Un poco decepcionante y una pena que ya no nos quedara tiempo para arrasar en el bazar adyacente que es muy animado.



Ya se agotaba nuestro tiempo en Varanasi, así que teníamos que comer algo antes de ir al aeropuerto. Quisimos darle una segunda oportunidad a Bread of Life pero nos falló, ya que aunque habíamos avisado al camarero de que teníamos mucha prisa porque teníamos un vuelo, la comida no había llegado tras tres cuartos de hora. Con los estómagos vacíos pero llenos de vivencias inolvidables, dejamos Varanasi rumbo a Delhi, nuestro último destino.





Julio.
 

Día 11. ¿Por qué ir en bus cuando puedes ir en tren? Agra-Orchha-Khajuraho (9 de Agosto 2012)


Hoy empieza la segunda parte del viaje. Durante los próximos cuatro días Cristina, Tomás, Alicia, Julio, David y yo (Andrea) visitaremos Orchha, Khajuraho, Varanasi y Delhi. Son las 6:30 de la mañana y nuestro conductor nos espera para dejarnos en la estación de Agra donde cogeremos un tren a Jhansi. El resto del equipo (Berta, Bárbara, Manolo y Javi) ya están camino de Delhi en su “temido” autobús (ver post), nosotros no sabemos lo que nos espera…

Y como la venganza se sirve en plato frio hoy Bopinder nos ha querido dar una lección de puntualidad y nos ha dejado en la estación dos horas antes de la salida de nuestro tren (¿¿¿no pensaríais que nos íbamos a ir de rositas???Jajaja). Así que no nos ha quedado más remedio que hacernos un hueco entre la multitud y esperar “cómodamente” a que pasaran las horas.


Después de una larga espera en la que hemos visto casi de todo (omitimos comentar para no herir susceptibilidades) por fin llega nuestro tren. Tenemos 5 minutos para encontrar nuestro vagón pero la cosa se complica cuando el tren tiene más de ochenta vagones y hay miles de personas con miles de bultos intentando subir a la vez. Solución = Subirnos en el primer vagón que podamos al primer toque de campana. Conclusión = DESASTRE TOTAL!!! ¿Qué que ha pasado? Pues que nos hemos subido en el vagón equivocado: sleepers sin aire acondicionado. Y aunque hemos conseguido hacernos un huequecillo entre las literas que quedaban libres, el primer revisor que ha pasado nos ha dicho amablemente que busquemos nuestros asientos en segunda clase con a/c.

David se ofrece voluntario para hacer de avanzadilla mientras los demás esperamos desperdigados por diferentes vagones a que vuelva con buenas noticias. Pero parece que la cosa no va a ser fácil: los pasillos están atestados de gente, nos podemos ir más cargados de mochilas, los revisores no saben indicarnos cuantos vagones faltan hasta el nuestro,... Después de dos horas (si, dos horas, habéis leido bien) saltando todo tipo de obstáculos, sentándonos, levantándonos, hablando con unos y con otros… por fin hemos localizado nuestros sitios!!! Tenemos dos horas más para descansar en nuestros plácidos asientos. Y es que más vale tarde que nunca….

Dicen que viajar en tren por la India es una de las experiencias que nadie debería perderse y puedo aseguraros que a ninguno de nosotros nos ha dejado indiferentes. Sin embargo no todos la hemos vivido de la misma manera. Sé que para todos ha sido una experiencia que recordaremos siempre como una anécdota divertida pero tengo que decir que para mí ha sido uno de los momentos más especiales de todos los vividos en la India. Y es que resulta increíble ver como la gente se acerca a ti para ofrecerte su asiento porque te ha visto de pie, te piden que le hables de tu país, te preguntan tu opinión sobre el suyo mirándote con curiosidad pero siempre sin perder la sonrisa de su cara, sin ponerte una mala cara,…

Después de poco más de 4 horas de viaje llegamos a Jhansi donde un nuevo conductor nos espera a la salida de la estación. Tras solucionar el tema logístico subiendo todas las maletas al capó salimos en nuestra Toyota Innova camino de Orchha, una ciudad palaciega fundada por la dinastía Bundela en el año 1501 a orillas del río Betwa. Aquí visitaremos el antiguo palacio de cúpulas de lapislázuli azul acompañados de un guía espontaneo con dotes de fotógrafo con el que aprenderemos todas las rencarnaciones de Visnú: el pez, la tortuga, el jabalí, mitad hombre mitad leon, el enano, Brahma, Rama, el guerrero y Buda.



Tras la visita del Palacio aprovechamos para hacernos fotos con el espectacular paisaje que teníamos de fondo hasta que el ataque de un grupo de monos  a unos indios que andaban por ahí nos hizo salir corriendo hacia nuestra furgoneta. Jajajaja!!Menudo susto!!!





Después de una riquísima comida en el restaurante que nos recomendó nuestro conductor salimos rumbo a nuestro siguiente destino: los templos eróticos de Khajuraho!!! La intensa lluvia y el mal estado de las carreteras hicieron que el viaje durara más de lo que teníamos previsto pero, después de casi 5 horas de viaje, por fin llegamos al hotel. Y menudo hotel!!! Qué cara de felicidad teníamos todos sabiendo que esa noche dormiríamos como auténticos majarahás :)


Andrea.
 

lunes, 22 de julio de 2013

Día 14. Delhi


Por fin de vuelta al aeropuerto de Delhi. Hace ya casi 2 semanas que llegábamos aquí para empezar nuestro periplo por la India. Ahora, tras haber recibido unas buenas dosis de realidad india, sólo nos queda conocer la gran capital… ¡¡allá vamos!!

Primera toma de contacto: llegar a nuestro hotel (hotel Iris Park, zona de Green Park) parece una odisea.

Bien aconsejados, nada más recoger las maletas (llegaron rapidísimo como siempre, qué diferencia con la T4…), nos acercamos a la ventanilla de prepaid taxis, donde en función del destino se paga una cantidad (muy barata) evitándose así líos y regateos con taxistas. Hasta aquí todo perfecto. Con el ticket prepagado en mano nos subimos a un taxi destartalado conducido por un chófer que no hablaba ni papa de inglés y no parecía tener ni idea de dónde íbamos; es más, daba la impresión de que el dichoso taxista no sabía siquiera leer el papel con la dirección del hotel. Tras parar una decena de veces a preguntar a gente que tampoco nos entendía bien, decidimos llamar al hotel para que alguien le indicase. Por fin, tras muchas vueltas y revueltas, llegamos a nuestro hotel. Dada la hora que era, optamos (por primera vez en nuestra vida) por hacer uso del servicio de habitaciones y tomarnos unos sándwiches.

Ahora sí nos despertamos para conocer Delhi. Al tratarse de la capital de uno de los principales países emergentes, con sedes de compañías multinacionales, embajadas… esperábamos encontrar algo distinto a lo que habíamos conocido hasta el momento en India.

El metro no nos defraudó: un sistema de trenes modernos, con A/C, bien organizado y lleno de seguridad (muy superior a los estándares europeos, donde pasar todo por escáner y someterte a un ineludible cacheo es más propio de un aeropuerto; eso sí, lo del militar tras barricada de sacos y con fusil apuntando merece comentario aparte…).




Pero… ¡¡fue bonito mientras duró!! La salida de la estación de Chandni Bazar para conocer Old Delhi nos dejó de piedra unos segundos: parecía que habíamos vuelto a Mandawa, sólo que con mucha más gente y millones de cables por todos lados.

Old Delhi

En Old Delhi visitamos la mezquita Jama Masjid (la mayor de la India, recomendable) y dado que el Fuerte Rojo estaba cerrado por la fiesta nacional, dimos una pequeña vuelta por los bazares. 

Mezquita Jama Masjid

A medio camino paramos a ver el templo de los Sikhs, de impresionante cúpula dorada. La visita guiada por un miembro de esta religión fue interesante aunque nos obligó a romper nuestro estricto protocolo de higiene: después de habernos duchado con chanclas hasta en el Radisson, en este templo tuvimos que pasar completamente descalzos por una especie de lavapiés de mármol e incluso caminar por las cocinas, que no eran precisamente como las de El Bulli… Con Julito casi perdemos un cristiano ya que se imbuyó tanto de la cultura sikh que incluso probó unos dulces que preparaban. Eso sí como dice la sabia DGT “las imprudencias se pagan” y al día siguiente en el avión, nuestro miembro más veterano pagó las consecuencias…

Cocina Sikh

Mientras decidíamos dónde comer, sentimos por primera vez los efectos del monzón con un fortísimo chaparrón. Intentando huir del caos de Old Delhi, acabamos dirigiéndonos a Connaught Place, zona más moderna. Repusimos fuerzas en el restaurante Zen (buena comida oriental) y tras una visita relámpago a la tienda contigua de Fabindia (www.fabindia.com) nos dirigimos a un mercadillo bastante recomendable para quien, como nosotros, tiene poco tiempo para hacer las últimas compras: se llama Dilli Haat (metro INA). Allí, por enésima vez dimos rienda suelta al consumismo y nos gastamos nuestras penúltimas rupias.

Dilli Haat (New Delhi)

Como colofón a nuestro viaje, por la noche nos dimos un homenaje de la mano de un amigo que vive allí (Nacho) y sus amigos que nos llevaron a los sitios más cool de Delhi: restaurante Trishna y bar de copas Blue Parrot (ambos muy chulos). Así pudimos ver la forma en que viven los expatriados… nada que ver con lo que hemos visto en Rajastán.


Como teníamos vuelo tempranísimo, nos retiramos pronto… y así terminó nuestra odisea por la India. ¡¡¡Un auténtico viajazo!!!


Cristina y Tomás.


Día 11. Welcome to the Royal Plaza (9 de Agosto 2012)


04. 30 de la mañana, 9 de agosto……. “Si bárbara es nuestro despertador, hemos quedado en media hora con Javi y Manolo”…sin comentarios….

Así es, después de pasar la noche en Agra, ver el Taj Mahal (sólo puedo decir….impresionante!!) disfrutar de un baño en la piscina del hotel con cervecitas y de una cenita especialmente picante… cuatro de nosotros poníamos rumbo a Nueva Delhi (eso sí, echando ya de menos al resto!!).

A las 5.00 de la mañana, nos esperaba un conductor para llevarnos a la estación de autobuses de Agra (bastante alejada por cierto, de lo que se supone que era la ciudad) con el fin de que pudiésemos coger un bus (si, Manolo se salió con la suya y en lugar de ir hasta Delhi en nuestro cómodo autobús…íbamos a vivir el transporte indio a fondo….) con destino, Nueva Delhi. 

Cómo recordar esa espera (taaaaan eterna!)…..cansancio, agobio, letreros en hindú, “sorry no english”, moscas….muuuuuchas moscassss, asientos ocupados por gente durmiendo, nosotros cargados de maletas y compras (en ese momento, sólo en ese, quise quemar mi colección de pantalones by India…). Menos mal que un hindú residente en España nos hizo de guía en todo momento impidiendo que nos timasen con los precios de los taxis, una vez en Delhi (salvados!). Por delante, unas 3 horas de viaje a 10 grados bajos cero….lo de los aires acondicionados en India es un tema aparte.

Llegamos a Delhi sobre las 11.30 de la mañana aproximadamente y cogimos un taxi con el fin de llegar cuanto antes a nuestro hotel, The Royal Plaza (100% recomendable! http://hoteltheroyalplaza.com/ )….bueno lo de “cuanto antes” es un decir…nuestro taxista no tenía ni pajolera idea de la ubicación de la calle del hotel, Ashoka Road, así que el trayecto nos sirvió como una primera toma de contacto con la ciudad.

Una vez en el hotel, podría deciros que subimos rápidamente a dejar las maletas con el fin de hacer turismo cuanto antes pero….mentiría. Este fue nuestro día de relax. Bárbara y yo nos fuimos a la piscina, a uno de los restaurantes del hotel a comer pizza (bendita comida italiana!) y a dormirrr…otros optaron por piscina y masajes. 

Sobre las 18.00, decidimos irnos a dar una vuelta por Delhi, eso sí, una vuelta con fines exclusivamente comerciales. Fuimos a Khan Market, una zona donde hay bastantes tiendas de todo tipo, de telas, ropa, bisutería…etc, Aunque he de decir que, como experta compradora en India, recomendaría pulir las rupias antes de llegar a Delhi, ya que todo es mucho más caro.

Lo más destacable de Khan Market sin duda para los cuatro fue el Urban Café (y no, no es una tienda),  un restaurante con terraza, música discotequera (incluidos los nuevos hits de Enrique Iglesias) con comida variada (desde india a sushi) y donde puedes pedir sishas de sabores….fue sin duda nuestra bendita perdición!!! De 9 a 1 disfrutamos de una cerveza tras otra, sishas de melón, de fresa, algún ron que otro y… Bárbara yendo a una mesa de indios (IMPRESIONANTES…la chica no es tonta) a pedir recomendaciones de sitios para salir. 

Así acabamos con nuestras pintas y nuestras zapatillas en una de las discotecas más pijas de Delhi, Anidra, en la que los sharis daban paso a vestidos ajustados y mínimos (podéis imaginar las caras de nuestros dos acompañantes), a cubatazos, bailando, sin miedo a morir por culpa de los hielos y entregándonos a la resaca india, desconocida por nosotros hasta el momento. 


Berta.